viernes, abril 06, 2012

Los Milagros a la Muerte de Nuestro Señor por C. Spurgeon


Un sermón predicado la noche del Domingo 1 de Abril de 1888.

por Charles Haddon Spurgeon

En el Tabernáculo Metropolitano, Newington, Londres.

 

 

“Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos.”  Mateo 27:50-53.
 


La muerte de nuestro Señor es unprodigio ocurrido en un entorno de maravillas. Nos trae a la memoria aldiamante Kohinoor rodeado de un círculo de piedras preciosas. Así como el sol,en medio de los planetas que lo rodean, opaca a todos con su brillo, así lamuerte de Cristo es más prodigiosa que los portentos que ocurrieron en esemomento.

Sin embargo, después de haber visto al sol, nos place estudiar losplanetas; de la misma manera, después de creer en la muerte única de Cristo, yde poner nuestra confianza en Él como el Crucificado, consideramos un granplacer examinar en detalle esas cuatro maravillas planetarias mencionadas en eltexto, que circundan al grandioso sol de la muerte de nuestro Señor.

Los prodigios son éstos: el velo del templo se rasgó en dos; la tierra tembló; lasrocas se partieron; los sepulcros se abrieron.

I. Vamos a referirnos al primero de estos milagros. Esta noche no puedoextenderme mucho. No tengo fuerzas. Quiero simplemente sugerir algunospensamientos.

Consideren EL VELO RASGADO, olos misterios revelados.  

Por lamuerte de Cristo el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo, y losmisterios que habían estado ocultos en el Lugar Santísimo, a lo largo de muchasgeneraciones, fueron expuestos a la mirada de todos los creyentes. Comenzando,por decirlo así, en lo superior, en la Deidad de Cristo, y siguiendo hasta laparte inferior de la humanidad de Cristo, el velo se rasgó, y todo fuedescubierto a los ojos espirituales.

1. Éste fue el primer milagro de Cristo después de muerto.  

El primermilagro de Cristo en vida fue significativo, y nos enseñó mucho. Él convirtióel agua en vino, como para mostrar que elevaba toda la vida común a un gradosuperior, y puso en toda la verdad un poder y una dulzura que no habrían podidoestar allí, a no ser por Él. Pero este primer milagro después de muerto, estápor encima del primer milagro de Su vida, porque ustedes recordarán que ese primer milagro fue obrado en Supresencia. Él estaba allí, y convirtió el agua en vino.

Pero Jesús, como hombre, no estaba en el templo. Ese milagro fue obradoen su ausencia, y esto acrecienta su maravilla. Ambos son igualmenteprodigiosos, pero hay un toque más sorprendente en el segundo milagro: y es queJesús no se encontraba presente para hablar y ordenar que el velo se rasgara endos. El alma se había separado de Su
cuerpo, y ni Su cuerpo ni Su alma estaban en ese lugar secreto de lostabernáculos del Altísimo; y sin embargo, sin importar la distancia, Suvoluntad fue suficiente para rasgar ese grueso velo de lino torcido y de obraprimorosa.

El milagro de convertir el agua en vino fue realizado en una casaparticular, en medio de la familia y de aquellos discípulos que eran amigos deesa familia; pero este prodigio fue realizado en el templo de Dios.

Hay una singular condición sagrada acerca de ello, porque fue un hechomilagroso obrado en ese recinto misterioso y tremendo, que era el centro de laadoración consagrada, y la morada de Dios. ¡Vean! Él muere, y a la propiapuerta del eminente santuario de Dios, rasga el velo en dos. Hay una solemnidadligada a este milagro, como obrado por
Jehová, que difícilmente puedo comunicar con palabras, pero que ustedessentirán en su propia alma.

Tampoco olviden que fue realizado por el Salvador después de Su muerte,y esto coloca al milagro bajo una luz extraordinaria. Él rasga el velo en elpropio instante de la muerte. Jesús entregó el espíritu, y he aquí, el velo deltemplo se rasgó en dos. Parecería que Él se preparó durante treinta años parael primer milagro de Su vida, y obra Su primer
milagro después de muerto al momento de expirar. En el instante en queSu alma se separaba de Su cuerpo, en ese preciso momento, nuestro bendito Señortomó el grandioso velo de la casa simbólica de Su Padre, y lo rasgó en dos.

2. Este primer milagro después de muerto ocupa tal lugar, que no podemoscontemplarlo sin considerarlo seriamente. Fue muy significativo, colocándose a la cabeza de lo que yo podría llamar una nuevadispensación.

El milagro de convertir el agua en vino abre Su vida pública, yestablece la clave de ella. Este otro, comienza Su obra después de Su muerte, ymarca su tono. ¿Qué significa? ¿Acaso no significa que la muerte de Cristo es revelación y explicación de secretos?Disipa todos los tipos y sombrasde la ley ceremonial; los disipa porque se cumplen y se explican en la muertede Cristo. La muerte del Señor Jesús es la llave de toda filosofía verdadera:Dios encarnado, muriendo por el hombre: si eso no explica un misterio, entoncesno podrá ser explicado. Si con este hilo en tu mano, no puedes seguir ellaberinto de los asuntos humanos, ni puedes aprender el grandioso propósito deDios, entonces no puedes seguirlos del todo.

La muerte de Cristo es la gran rasgadora del velo, la gran reveladorade secretos. Es también la grandiosa abridora de caminos. No habíaun camino hacia el lugar santo hasta que Jesús, al morir, rasga el velo; elcamino al Lugar Santísimo no fue manifestado hasta que Él murió. Si deseasacercarte a Dios, la muerte de Cristo es el camino a Él. Si quieres elacceso  más cercano y la comunión másíntima que una criatura pueda tener con su Dios, he aquí, el sacrificio deCristo te revela el camino.

Jesús no dice únicamente: “Yosoy el camino,” sino que al rasgar el velo, abre ese camino. Alser rasgado el velo de Su carne, el camino hacia Dios es definido con claridadpara cada alma creyente.

Es más, la cruz elimina todos los obstáculos. Cristo,al morir, rasgó el velo. Entonces, entre Su pueblo y el cielo ya no quedaninguna obstrucción, o si hay alguna, si los temores de la gente inventan unobstáculo, el Cristo que rasgó el velo, continúa rasgándolo todavía. Él rompelas puertas de bronce, y parte en dos las barras de hierro. Miren, en Sumuerte, “Subirá el que abre caminosdelante de ellos… y a la cabeza de ellos Jehová.” Él ha abierto yaclarado el camino, y todo Su pueblo escogido puede seguirlo al glorioso trono de Dios.

Esto es representativo del espíritu de la dispensación bajo la cualvivimos ahora. Los obstáculos son eliminados; las dificultades son resueltas;el cielo es abierto a todos los creyentes.

3. Fue un milagro digno de Cristo.  

Deténganseun minuto y adoren a su agonizante Señor. ¿Acaso no singulariza Él Su muertecon un milagro así? ¿Acaso no comprueba Su inmortalidad? Es cierto que Él ha inclinado Su cabeza a la muerte. Obediente a lavoluntad de Su Padre, cuando se da cuenta que ha llegado para Él la hora demorir, inclina Su cabeza en un consentimiento voluntario; pero en ese instantecuando lo declaran muerto, Él rasga el velo del templo. ¿Acaso no hayinmortalidad en Él, aunque haya muerto?

Y vean el poder queposeía. Sus manos están clavadas; Su costado está a punto de ser traspasado.Clavado allí, Él no puede protegerse de los insultos de la soldadesca, pero en Sudebilidad suprema es tan fuerte que rasga el pesado velo del templo de arribaabajo.

Miren Su sabiduría, pues en ese momento, viendo el hecho espiritualmente, Él abre paranosotros toda sabiduría, y descubre los secretos de Dios. El velo que Moiséspuso sobre su rostro, es quitado por Cristo al momento de Su muerte. Laverdadera Sabiduría, al morir, predica Su más grandioso sermón, rasgando lo quese escondía de la mirada de los ojos creyentes: la suprema verdad.

Amados, si Jesús hace esto por nosotros en Su muerte, ciertamenteseremos salvos por Su vida. Jesús que murió, vive ahora, y nosotros confiamosque Él nos conducirá al “santuario nohecho de mano.”

Antes de pasar al segundo milagro, yo invito a cada uno de mis lectoresque todavía no conoce al Salvador, a pensar seriamente en los prodigios queocurrieron a Su muerte, y juzguen qué clase de hombre era Quien ofreció Su vidapor nuestros pecados. Su Padre no permitió que Él muriera sin acompañamiento demilagros, para mostrar que Él había abierto un camino para que los pecadores sepudieran acercar a Dios.

II. Pasamos ahora al segundo milagro: “LA TIERRA TEMBLÓ.”

Lo inamovible fue sacudido por la muerte de Cristo. Cristo notocó la tierra: Él fue elevado sobre la tierra en el madero. Él moría, pero alhacer a un lado Su poder, en el acto de la muerte, Él hizo que la tierra bajoSus pies, que nosotros llamamos “el globo sólido,” temblara. ¿Cuál fue laenseñanza de eso?

¿Acaso no significó, en primer lugar, que el universo físico presintió la última sacudidaterrible que le espera? El díallegará cuando el Cristo aparezca sobre la tierra, ya su tiempo, todas las cosas que son, serán enrolladasy desechadas, como ropas viejas. Una vez más Él hablará, y sacudiráno solamente la tierra, sino también el cielo. Las cosas que no
pueden ser sacudidas permanecerán, pero esta tierra no es una de esascosas: ella será desencajada. “Latierra y las obras que en ella hay serán quemadas.” Nadapermanecerá ante Él. Él únicamente es. Estas otras cosas sólo parecen ser; yante el terror causado por Su rostro, todos los hombres temblarán, y el cielo yla tierra saldrán huyendo. Así, cuando Él murió, la tierra pareció anticipar sudestino, y tembló en Su presencia. ¡Cómo va a temblar cuando Aquél que vive denuevo venga con toda la gloria de Dios! ¡Cómo temblarías, querido lector, si tedespertaras en el mundo venidero sin un Salvador! ¡Cómo vas a temblar en aqueldía cuando venga para juzgar al mundo en justicia, y tengas que comparecer anteel Salvador a quien has despreciado! Piensa en eso, te lo ruego.

¿Acaso ese milagro no significó también lo siguiente?: el mundo espiritual será movido por la cruz de Cristo. Él muereen la cruz y sacude al mundo material, como unapredicción que esa muerte Suya sacudiría al mundo sumido en laperversión, y convulsionaría al reino moral. Hermanos,piensen en eso. Nosotros decimos: “¿Cómo moveremos al
mundo alguna vez?” Los apóstoles no se hacían esa pregunta. Ellostenían confianza en el Evangelio que predicaban.

Quienes los oían veían esa confianza; y cuando ellos abrían sus bocas,los demás afirmaban, “Estos quetrastornan el mundo entero también han venido acá.” Los apóstolescreían que trastornarían al mundo con la simple predicación
del Evangelio.

Yo les ruego que ustedes crean lo mismo. Esta es una ciudad muy grande,esta ciudad de Londres. ¿Cómo podremos conmoverla alguna vez? China, Indostán,África: esas son inmensas regiones. ¿Les será revelada la cruz de Cristo? Sí,hermanos míos, pues ya sacudió la tierra, y todavía sacudirá a las grandesmasas de la humanidad. Si sólo tuviéramos
fe en ella y perseverancia para continuar con la predicación de laPalabra, es sólo asunto de tiempo para que el nombre de Jesús sea conocido portodos los hombres, y toda rodilla se doble ante Él, y toda lengua confiese queÉl es Cristo, para gloria de Dios el Padre. La tierra ciertamente tembló bajola cruz; y temblará otra vez. El Señor Dios sea
alabado por ello.

Ese viejo mundo: cuántos años había existido, no puedo decirlo. Noestamos en capacidad de calcular la edad del mundo, desde ese principio que esmencionado en el primer versículo del Libro de Génesis. Independientemente
de cuán viejo haya sido, tenía que temblar cuando el Redentor murió.Esto nos traslada a otra de nuestras dificultades. El
sistema del mal con el que debemos enfrentarnos ha estado establecidodurante tanto tiempo, y es tan vetusto y reverente hacia la antigüedad, que nosconvencemos que: “no podemos hacer mucho contra los viejos prejuicios.” Perofue la vieja, vieja tierra la que se estremeció y tembló bajo el Cristoagonizante, y lo hará otra vez.

Sistemas magníficos sostenidos por la filosofía y la poesía, todavía serendirán ante lo que se llama comparativamente la nueva doctrina de la cruz.Ciertamente no es nueva, sino que es más antigua que la propia tierra. Es elpropio Evangelio de Dios, perpetuo y eterno. Sacudirá lo antiguo y venerable,tan ciertamente como el Señor vive; y yo veo la profecía de esto en el temblorde la tierra bajo la cruz.

Parece imposible que la simple predicación de Cristo pueda hacer esto,¿no es cierto? Y debido a ello, ciertos hombres buscan proporcionar a lapredicación de Cristo todas las ayudas posibles de música y de arquitectura yno sé cuántas otras cosas más, hasta que la cruz de Cristo queda cubierta conuna capa de invenciones humanas, aplastada y enterrada por la sabiduría delhombre.

Pero, ¿qué fue lo que hizo que la tierra temblara? Fue sencillamente lamuerte de nuestro Señor, sin ninguna adición de sabiduría o poder humanos.Parecería una causa insuficiente para que produjera un resultado tan grande;pero fue suficiente, ya que “loinsensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es másfuerte que los hombres”; y Cristo, con Su muerte, es suficientepara hacer que la tierra tiemble bajo la cruz.

Vamos, aceptemos no usar ninguna otra arma en la batalla en la queestamos empeñados, que no sea el Evangelio; ninguna hacha de combate que no seala cruz. ¿Somos capaces de creer que la vieja, vieja historia, es la únicahistoria que debe contarse para reconciliar al hombre con Dios? Jesús murió enlugar del pecador, el justo por el injusto, un
magnífico despliegue de la gracia y de la justicia de Dios en un soloacto.

Si pudiéramos apegarnos sólo a esto, veríamos rápidamente la victoriadel lado de nuestro conquistador Señor.

Dejo ese segundo milagro, en el que pueden ver que lo inconmovible essacudido, cuando la tierra tembló.

III. Sólo una o dos sugerencias acerca del tercer milagro:
 LAS ROCAS SE PARTIERON.

Se me ha informado que, aún en el presente, hay en Jerusalén ciertasevidencias de rocas partidas, del tipo más inusual. Los viajeros afirman que noson del tipo que son producidas por terremotos o por cualquier otra causaconocida. Acerca de eso diré muy poco; pero es algo maravilloso que, cuandoCristo murió, cuando Su alma fue arrancada de Su cuerpo, cuando el velo deltemplo se partió en dos, así la tierra, su parte rocosa, la estructura mássólida de todas, fue rasgada en golfos y precipicios en un solo instante. ¿Quéotra cosa nos muestra este milagro sino esto: que lo insensible se sobresaltó? ¡Cómo! ¿Acaso las rocas pueden sentir? Pues, se partieron alpresenciar la muerte de Cristo.

Los corazones de los hombres no respondieron a los clamores agonizantesdel Redentor moribundo, pero las rocas sí respondieron: se partieron.
Él no murió por las rocas; sin embargo, las rocas fueron más tiernasque los corazones de los hombres, por quienes Él derramó Su sangre— “Todaslas cosas muestran algún signo de razón, Exceptoeste mi insensible corazón.”

Esto lo afirmó un poeta; y dijo la verdad. Las rocas pueden partirse,mas los corazones de algunos hombres no se parten ante la visión de la cruz.Sin embargo, amados, aquí está el punto que me parece ver: esa obstinación y esa dureza de corazón serán conquistadas por la muerte de Cristo. Tú le puedes predicar aalguien acerca de la muerte, y puede ser que no tiemble ante su certeza o susolemnidad; sin embargo, háblale de eso. Tú le puedes predicar a alguien acercadel infierno, pero él endurecerá su corazón, como Faraón, contra el juicio delSeñor; sin embargo, háblale de eso. Deben usarse todos los medios que puedanconmover a un hombre. Pero lo que puede afectar mayormente al corazón másobstinado y duro es el grandioso amor de Dios, visto tan sorprendentemente enla muerte del Señor Jesucristo. No me detendré para mostrarles cómo es, perosólo les recordaré que es así. En el caso de muchos de nosotros, fue esto loque hizo brotar de nuestros ojos lágrimas de arrepentimiento, y nos condujo asometernos a la voluntad de Dios.

Yo sé que eso fue lo que sucedió conmigo. Miré miles de cosas, pero nome ablandé. Mas cuando— “Vi a Uno colgadode un madero En mediode agonías y de sangre,”y muriendo allí por mí, entoncesme dí golpes en el pecho, y sentí
amargura por Él, como alguien que siente amargura por su primogénito.

Yo estoy seguro que sus propios corazones confiesan que el grandiosoquebrantador de rocas es el Salvador agonizante.

Ahora bien, de la misma manera que ocurre con ustedes, así encontraránque sucede con otras personas. Cuando hayan realizado su mejor esfuerzo sinalcanzar éxito, utilicen este último martillo: La cruz de Cristo. A menudo hevisto grabada en latín, en piezas de cañones, esta nscripción: “el último argumento de los reyes.”Es decir, los cañones constituyen el argumento final de los reyes. Pero la cruz es elargumento final de Dios. Si un Salvador moribundo no te convierte, ¿qué cosapodrá hacerlo? Si Sus heridas sangrantes no te conducen a Dios, ¿qué cosa podráhacerlo? Si Jesús carga con nuestro pecado en Su propio cuerpo en el madero, yquita ese pecado, y si esto no te lleva a Dios, con la confesión de tu pecado y el odio hacia ese pecado, entonces ya noqueda nada más para ti. 

“¿Cómoescaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?”La cruz parte las rocas. Hermanos y hermanas, continúen enseñando acerca delamor del moribundo Hijo de Dios. Continúen predicando a Cristo. Con elloabrirán túneles en los Alpes de la soberbia y en las colinas de granito del prejuicio.Encontrarán una entrada para Cristo en la intimidad de los corazones de loshombres, aunque sean duros y obstinados; y esto ocurrirá por la predicación dela cruz en el poder del Espíritu.

IV. Y ahora concluyo con el último milagro. Estas maravillas se acumulan ydependen la una de la otra. El temblor de la tierra produjo, sin duda, que lasrocas se partieran; y las rocas partidas ayudaron al cuarto milagro.  

“SE ABRIERON LOS SEPULCROS.” 

Las tumbas seabrieron, y los muertos se levantaron. Ese esnuestro cuarto encabezado.

Es la gran consecuencia de la muerte de Cristo. Los sepulcros seabrieron. El hombre es el único animal que le da importancia a un sepulcro.

Algunas personas se preocupan por la forma en que serán enterradas. Esaes la última preocupación que jamás cruzaría mi mente. Yo estoy persuadido quela gente me va enterrar por odio, o por amor, pero especialmente por amor aellos mismos. Eso no debe preocuparnos. Pero el hombre a menudo ha mostrado susoberbia por medio de su tumba.

Eso es algo extraño. Poner guirnaldas a la horca es una novedad, creo,que todavía no se ha perpetrado; pero amontonar mármol y estatuasimpresionantes sobre una tumba: ¿qué es eso sino adornar el patíbulo, o mostrarla magnífica grandeza del hombre cuando únicamente su nimiedad es manifiesta?Polvo, cenizas, podredumbre, putridez, y luego una estatua, y todo tipo de cosasbonitas, para hacerte creer que la criatura que regresa al polvo, después detodo, es alguien grande. Ahora, cuando Jesús murió, se abrieron los sepulcros, y los muertos fueron
expuestos: ¿qué significa esto? Yocreo que tenemos en este último milagro “la historia de un hombre.”

Allí yace muerto: descompuesto, muerto en delitos y pecados. Pero, ¡enqué bello sepulcro yace! Asiste a la iglesia; es un disidente (no conformista),cualquiera de las dos cosas que ustedes prefieran; es una persona muy moral; esun caballero; es un ciudadano; es dueño de su compañía; será alcalde de laciudad algún día; es tan bueno: ¡oh, es tan bueno! Sin embargo, no posee la gracia en su corazón, no hay Cristo ensu fe, no tiene amor a Dios. Ustedes ven en qué sepulcro está enterrado: unalma muerta en una tumba dorada. Mediante Su cruz nuestro Señor parte este sepulcro y lo destruye.

¿Cuánto valen nuestros méritos en presencia de la cruz? La muerte deCristo es la muerte de la justicia propia. La muerte de Jesús es una superfluidadsi nosotros pudiéramos salvarnos a nosotros mismos. Si somos tan buenos que nonecesitamos al Salvador, entonces ¿por qué Jesús murió desangrándose sobre elmadero? La cruz parte los sepulcros de la hipocresía, el formalismo, y lajusticia propia en los que están escondidas las personas que estánespiritualmente muertas.

¿Qué sigue a continuación? Abre los sepulcros. La tierra se resquebraja. Allí yace el muerto pero ahora es revelado ala luz. ¡La cruz de Cristo provoca esto! El hombre todavía no ha sido revividopor la gracia, pero es conducido a descubrirse a sí mismo. Él sabe que yace enel sepulcro de su pecado. Ha recibido el suficiente poder de parte de Dios paraque esté allí, ya no como un cadáver tapado con mármol, sino más bien como uncadáver del que el sepulturero ha quitado los cúmulos de tierra, y lo ha dejadodesnudo a la luz del día. ¡Oh, es algo grandioso cuando la cruz abre de estamanera los sepulcros!

Tú no puedes convencer a los hombres de pecado, excepto por lapredicación de un Salvador crucificado. La lanza con la que alcanzamos loscorazones de los hombres, es esa misma lanza que traspasó el corazón delSalvador. Tenemos que usar la cruz como el recurso para crucificar la justiciapropia, y para hacer que el hombre confiese que está muerto en pecados. Despuésque los sepulcros habían sido abiertos, y las tumbas se habían resquebrajado,¿qué siguió a continuación? Se impartió la vida. “Muchos cuerpos de santosque habían dormido, se levantaron.” Elloshabían regresado del polvo; pero cuando tienen un milagro, éste puede serigualmente grandioso. Me sorprende que haya personas que puedan creer sindificultad en un tipo de milagros, pero no acepten otros. Una vez que se tengaen cuenta la Omnipotencia, todas las dificultades cesan.

Así sucede con este milagro. Los cuerpos se reintegraron súbitamente, yallí estaban, completos y listos para levantarse. ¡Qué cosa tan maravillosa esla implantación de la vida! No hablaré de ella en un hombre muerto,sino que quiero hablar de ella en un corazón muerto.¡Oh Dios, envía Tu vida a algún corazón muerto en este momento, mientras yo
predico! Eso que da vida a las almas muertas es la muerte de Jesús.

Mientras avistamos la expiación y vemos a nuestro Señor sangrando enlugar nuestro, el Espíritu divino obra en el hombre, y el aliento de vida essoplado en él. Él quita el corazón de piedra, y pone un corazón de carne quepalpita con una nueva vida.

Esta es la maravillosa obra de la cruz: es por la muerte de nuestroSeñor que la regeneración viene al hombre. No habría nuevos nacimientos si nofuera por esa muerte en especial. Si Jesús no hubiera muerto, nosotros noshabríamos quedado muertos. Si Él no hubiera inclinado Su cabeza, ninguno denosotros habría podido levantar la cabeza. Si Él no se hubiera ido de losvivos, en la cruz, nosotros habríamos permanecido entre los muertos eternamentey para siempre.

Ahora prosigamos, y ustedes verán que esas personas que recibieron lavida, a su debido tiempo salieron de los sepulcros. Estáescrito que abandonaron sus tumbas. Por supuesto que lo hicieron. ¿Quiénesentre lo vivientes desearían permanecer en una tumba? Y ustedes, queridoslectores, si el Señor les da vida, no permanecerán en sus tumbas. Si ustedeshan estado acostumbrados a ser fuertes bebedores, o sometidos a cualquier otropecado que los aceche, ustedes lo dejarán; no sentirán ningún apego a susepulcro. Si han vivido en compañía de impíos, y encontraban la diversión enlugares cuestionables, no se detendrán en sus tumbas. No tendremos necesidad deir por ustedes para alejarlos de sus antiguas asociaciones. Ustedes mismosestarán ansiosos de alejarse de ellas.

Si alguien fuera enterrado vivo, y se diera cuenta que está dentro de unataúd antes de exhalar su último suspiro, estoy seguro que si los terronesfueran levantados, y la tapa fuera quitada, él no necesitaría que se lesuplicara insistentemente que saliera de su tumba. Sino todo lo contrario. Lavida no ama la prisión de la muerte. Entonces que Dios conceda que el Salvadormoribundo extienda Su mano y los saque de las tumbas en las que todavía moran;y si ahora les otorga la vida, estoy seguro que la muerte de nuestro Señor leshará entender que si uno murió por todos, entonces todos murieron, y que Élmurió por todos, para que quienes viven ya no vivan más para sí, sino paraQuien murió
y resucitó por ellos.

¿Qué camino siguieron esas personas una vez que hubieron salido de sustumbas? Se nos informa que vinieron a la santa ciudad.Exactamente eso. Y todo aquel que haya sentido el poder de la cruzdebería esforzarse al máximo en su camino a la santidad. Anhelará unirse alpueblo de Dios; deseará ir a la casa de Dios, y tener comunión con el tresveces santo Dios. Yo no esperaría que quienes han sido revividos quisieran ir aotra parte. Cada criatura busca su propia compañía: las bestias buscan suguarida, y los pájaros su nido; y el hombre restaurado y regenerado caminahacia la ciudad santa.

¿Acaso la cruz no nos atrae a la iglesia de Dios? Yo no desearía quealguien se uniera a la iglesia por cualquier otro motivo que no estuvieratomado de las cinco heridas y del costado sangrante de Jesús. Nosotros nosdamos primero a Cristo, y luego a Su pueblo por Su amada causa. Es la cruz laque lo logra— “Jesúsmuerto en el madero Alcanzaesta maravillosa victoria.”

Se nos informa, y con esto cierro esta maravillosa historia, que ellosfueron a la Ciudad Santa y aparecieron a muchos. Esto es, algunos de los que habían sido levantados de los muertos, nolo dudo, aparecieron a sus esposas. ¡Qué rapto experimentarían cuando vieron denuevo a su amado esposo! Puede ser que algunos de ellos aparecieran a su padre
y su madre; y tampoco dudo que muchos padres y madres que resucitaron,aparecieran primero a sus hijos.

¿Qué nos enseña esto, sino que si la gracia del Señor nos levanta delos muertos, debemos ser diligentes en mostrar ese hecho? Aparezcámonos amuchos. Que la vida que Dios nos ha dado sea manifiesta. No la escondamos, sinomás bien vayamos con nuestros antiguos amigos y hagamos nuestras epifanías comoCristo hizo la Suya. Para Su gloria, manifestémonos y aparezcámonos a otros.¡Gloria al Salvador moribundo!

¡Toda alabanza sea dada al grandioso Sacrificio! ¡Oh, que estas pobrespalabras débiles mías motiven algún interés en
ustedes, acerca de nuestro Señor agonizante! Estén listos a morir porÉl. Y ustedes que todavía no lo conocen, piensen en este grandioso misterio:que Dios tomó la naturaleza de ustedes y se hizo hombre y murió, para queustedes no mueran; y cargó con su pecado para que ustedes fueran liberados deél. Vengan y confíen en mi Señor hoy, se los suplico.
Mientras el pueblo de Dios se reúne a la mesa para partir el pan, quesus espíritus se dirijan con prontitud, no a la mesa ni al sacramento, sino alpropio Cristo y a Su sacrificio. Amén.

Porción de la Escritura leída antes del sermón: Mateo 27: 35-54.
Nota del traductor: Kohinoor: diamante hindú del tamaño de un pulgar, de 186 quilates (38gramos de peso). Es uno de los 2,800 diamantes de la corona de la Reina deInglaterra.

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