jueves, abril 05, 2012

Cuando te enojas; ¿que tanto te controlas?

“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, TEMPLANZA; contra tales cosas no hay ley.” (Gálatas 5:22-23 RV)


Finalmente hoy veremos el último de los 9 Frutos del Espíritu de los que el Apóstol Pablo escribe a la iglesia que esta en Galacia.
Hoy estudiaremos la TEMPLANZA como un fruto del Espíritu Santo de Dios.

La palabra TEMPLANZA se traduce del original en griego “enkrateia”, que significa específicamente DOMINIO PROPIO.
De aquí derivamos que se debe tener TEMPLANZA o DOMINIO PROPIO para dominar, controlar, sujetar a nuestra voluntad, nuestras acciones, para no transgredir, ni pecar, ni herir, ni ofender, ni cometer iniquidad.

San Pablo apoya esta condición de nuestra voluntad, al expresar que “todo nos es lícito hacer, pero no todo conviene hacerlo”  (1 Corintios 10:23). 

Pablo también explica que el DOMINIO PROPIO o TEMPLANZA es la autodisciplina que nos imponemos para alcanzar una meta que nos hayamos puesto: “Todos los atletas se entrenan con disciplina. Lo hacen para ganar un premio que se desvanecerá, pero nosotros lo hacemos por un premio eterno.” (1 Corintios 9:25)

La palabra griega traducida “templanza” en 2 Pedro 1:6 [“al conocimiento, dominio propio, al dominio propio, perseverancia, y a la perseverancia, piedad,”], en la versión inglesa King James tiene un significado mucho más profundo que el que normalmente se le asigna a ese término. Usualmente la palabra “templanza” se aplica a los hábitos de moderación con referencia al comer y beber. No cabe duda de que éste es parte de su significado, pero el sentido en el griego es mucho más amplio. De hecho, la palabra griega empleada por el inspirado apóstol significa propiamente “DOMINIO PROPIO” (como en la versión española Reina-Valera), y transmite la idea de uno que tiene el dominio de sí mismo de forma habitual, y que sabe gobernar el 'yo'. 

Ejercer el dominio de uno mismo es, en efecto, es una virtud extraordinaria y admirable, la cual nuestra la presencia y acción del Espíritu de Dios sobre toda nuestra vida, nuestro carácter y nuestra conducta individualmente hablando. Esta gracia no sólo afecta directamente a uno, dos o veinte de nuestros hábitos egoístas, sino que ejerce su efecto sobre el 'yo' en toda la gama y variedad de ese tan amplio y odioso término. Más de uno que miraría con orgulloso  desdén a un glotón o a un borracho, puede él mismo faltar a toda hora de manifestar la gracia del DOMINIO PROPIO. Ciertamente, los excesos en la comida y la bebida deben ser clasificados junto con las formas más viles y degradantes de egoísmo. Deben ser considerados como parte de los frutos más amargos de este árbol tan extendido del 'yo'. El 'yo', en efecto, es un árbol, y no solamente la rama de un árbol ni el fruto de una rama, y nosotros no sólo debemos juzgar el 'yo' cuando está activo, sino controlarlo para que no actúe.  
  
Puede que alguno pregunte: «¿Cómo puedo controlar el 'yo'?» La respuesta  es simple: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). ¿No hemos obtenido la salvación en Cristo? Sí, gracias a Dios, la hemos obtenido. ¿Y qué incluye esta situación maravillosa? ¿Es simplemente la liberación de la ira venidera? ¿Es meramente el perdón de nuestros pecados y la seguridad de estar librados del lago de fuego y azufre? Por más preciosos que fueren estos privilegios, la “salvación” abarca mucho más que todo ello. En una palabra, la “salvación” implica una plena aceptación de Cristo con mi corazón, como mi “sabiduría” para guiarme fuera de la oscuridad de la insensatez y de los caminos torcidos, hacia los caminos de luz y de paz en El; como mi “justicia” para justificarme delante de un Dios santo; como mi “santificación” para hacerme literalmente santo en todos mis caminos; y como mi “redención” para darme liberación final de todo el poder de la muerte, y entrada en los campos eternos de gloria (1Corintios 1:30).
  
Por eso, es evidente que el “DOMINIO PROPIO” está incluido en la salvación que tenemos en Cristo. Es el resultado de esa santificación práctica de que nos ha dotado la gracia de Dios. Debemos de vigilar con cuidado del hábito de tener una visión estrecha de nuestra salvación. Debemos procurar entrar en toda su plenitud. Es una palabra que se extiende desde la eternidad hasta la eternidad y abarca, en su poderoso barrido, todo los detalles prácticos de la vida diaria. No tengo ningún derecho de hablar de salvación de mi alma en el futuro mientras rehúse conocer y manifestar su influencia práctica en mi conducta en el presente. Somos salvos, no sólo de la culpa y la condenación del pecado, sino que ahora tenemos el poder, la práctica y el amor de él en toda su plenitud. Estas cosas nunca deben separarse; y ninguno que ha sido enseñado en cuanto al significado, magnitud y poder de esa palabra preciosa —salvación—, lo hará. 
  
Consideremos ahora unas observaciones prácticas sobre el tema del DOMINIO PROPIO, lo haremos mediante los tres puntos siguientes:

a) Los pensamientos,
b) La lengua. 
c) El temperamento.

Doy por sentado que me estoy dirigiendo a personas con una relación personal con Cristo, porque es la única manera en que se puede entender la Biblia, y si no la tienes,  no olvides lo que dice: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa” (Hechos 16:31). Pon tu entera confianza en Él y estarás tan seguro como Él mismo lo esta.  
  
a) En primer lugar, trataremos acerca de nuestros pensamientos y del control que habitualmente debemos ejercer sobre ellos. Supongo que casi no existen cristianos que no han padecido pensamientos perversos (y los que no, tal vez porque están en ‘estado de coma’); esos intrusos y molestos que aparecen en nuestra más profunda intimidad, perturbando continuamente el descanso de nuestra mente, y que tan frecuentemente oscurecen la atmósfera alrededor de nosotros y nos privan de mirar hacia arriba con una vista clara y plena hacia el cielo luminoso. El salmista podía decir, “Los pensamientos vanos aborrezco” (Salmo 119:113). Son verdaderamente aborrecibles y deben ser juzgados, condenados y desechados. Alguien, hablando del asunto de los malos pensamientos, dijo:  «Yo no puedo impedir que los pájaros vuelen sobre mí, pero sí puedo evitar que se posen en mí.» Asimismo, no puedo evitar que los malos pensamientos surjan en mi mente, pero sí puedo impedir que se alojen en ella.”  
  
Pero ¿cómo podemos controlar nuestros pensamientos? No más de lo que podríamos borrar nuestros pecados o crear un mundo. ¿Qué deberíamos hacer? Mirar a Cristo. Éste es el verdadero secreto del DOMINIO PROPIO. Él puede guardarnos, no sólo de que se alojen malos pensamientos, sino también de que los tales surjan en nuestra mente. Nosotros no podríamos prevenir lo uno ni lo otro. Él puede prevenir ambas cosas. Él puede evitar no sólo que los viles intrusos entren, sino  que también golpeen a la puerta. Cuando la vida divina de santidad está en actividad, cuando la corriente de pensamiento y sentimiento espiritual es profunda y rápida, cuando los afectos del corazón están intensamente ocupados con la Persona de Cristo, los vanos pensamientos no vienen a atormentarnos ta fácilmente. Sólo cuando nos dejamos invadir por la indolencia espiritual, los malos pensamientos vienen sobre nosotros. Entonces nuestro único recurso es fijar nuestros ojos en Jesús. Podríamos también intentar combatir contra las organizadas huestes del infierno, así como contra una horda de malos pensamientos. Mas nuestro refugio es Cristo. Él ha sido hecho para nosotros “santificación”. Podemos hacer todas las cosas por medio de Él. Sólo tenemos que llevar el nombre de Jesús contra el diluvio de malos de pensamientos, y Él dará con toda seguridad una plena e inmediata liberación. 
  Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo.” (2Corintios 10:5)
  
Sin embargo, el medio más excelente para ser preservado de las sugerencias del mal consiste en estar ocupados con el bien. Cuando la corriente del pensamiento fluye invariablemente hacia arriba, cuando es profundo y perfectamente estable, sin ningún desvío ni lagunas, entonces la imaginación y los sentimientos, que brotan de las profundas fuentes del alma, fluirán naturalmente hacia adelante en el lecho de dicho canal. Éste es indiscutiblemente el camino más excelente. ¡Ojalá que lo probemos en nuestra propia experiencia! Usa esta parte de la carta a los Filipenses como filtro de tus pensamientos: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si alguna alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz será con vosotros” (Filipenses 4:8-9). Cuando el corazón está lleno de Cristo, habiendo incorporado de forma viva todas las cosas enumeradas en el versículo 8, disfrutamos de una paz profunda e imperturbable frente a los malos pensamientos. Éste es el verdadero dominio propio.


  
b) En segundo lugar, podemos pensar en la lengua, ese miembro influyente tan fructífero para el bien como para el mal, el instrumento con el que podemos proferir acentos de dulce y tierna simpatía, o palabras de amargo sarcasmo y de ardiente indignación. ¡Qué importancia enorme tiene la gracia del DOMINIO PROPIO en su aplicación a tal miembro! Graves daños, irreparables con el tiempo, puede causar la lengua en un instante. Palabras por las cuales daríamos el mundo para que fuesen borradas, puede proferir la lengua en un momento de descuido. Oigamos lo que el apóstol dice sobre este asunto:

Todos fallamos mucho. Si alguien nunca falla en lo que dice, es una persona perfecta, capaz también de controlar todo su cuerpo. Cuando ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, podemos controlar todo el animal. Fíjense también en los barcos. A pesar de ser tan grandes y de ser impulsados por fuertes vientos, se gobiernan por un pequeño timón a voluntad del piloto. Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas. ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa! También la lengua es un fuego, un mundo de maldad. Siendo uno de nuestros órganos, contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno, prende a su vez fuego a todo el curso de la vida.
 El ser humano sabe domar y, en efecto, ha domado toda clase de fieras, de aves, de reptiles y de bestias marinas; pero nadie puede domar la lengua. Es un mal irrefrenable, lleno de veneno mortal
.” (Santiago 3:2-8 NVI).

¿Quién entonces puede controlar su lengua? “Ningún hombre” es capaz de hacerlo, pero Cristo sí puede, y nosotros sólo tenemos que contemplarlo a Él, con fe y pedirle al Espíritu Santo nos ayude a lograrlo. Esto implica la conciencia y aceptación tanto de nuestra absoluta impotencia como de Su plena suficiencia. Es absolutamente imposible que seamos capaces de controlar la lengua. Es lo mismo que si intentáramos detener la marea del océano, los ríos del deshielo o el alud de la montaña. ¡Cuántas veces, al sufrir las consecuencias de alguna equivocación de la lengua, hemos resuelto ordenar a ese miembro desobediente algo mejor la próxima vez, pero nuestras resoluciones resultaron ser como el rocío de la mañana que se desvanece, y no tuvimos más remedio que retirarnos y llorar por nuestro deplorable fracaso en el asunto del DOMINIO PROPIO!

 ¿A qué se debió esto? Simplemente a que nosotros emprendimos esta obra sobre la base de nuestras propias fuerzas o por lo menos sin tener una conciencia suficientemente profunda de nuestra propia debilidad. Ésta es la causa de nuestros constantes fracasos. Debemos aferrarnos a Cristo como un niño se aferra a su madre. Esto no significa que el hecho de aferrarnos tenga algún mérito en sí mismo; sin embargo, debemos aferrarnos a Cristo, pues ésta es la única manera en que podemos refrenar la lengua con éxito. 

Recordemos siempre estas palabras  solemnes y escudriñadoras del mismo apóstol Santiago: Si alguien se cree religioso pero no le pone freno a su lengua, se engaña a sí mismo, y su religión no sirve para nada.(Santiago 1:26).  Son éstas palabras saludables para un tiempo como el presente cuando tantas lenguas desobedientes y vanas palabras pululan por doquier. Por esto Pablo en su carta a los Gálatas, explica claramente que solo se podrá lograr como resultado de que el Espíritu Santo habite, more, viva en nuestra vida y corazón 

  
c) El tercer punto que vamos a considerar es el temperamento o el carácter, el cual se halla íntimamente relacionado con la lengua y con los pensamientos. Cuando la fuente del pensamiento es espiritual, y la corriente celestial, la lengua es sólo el agente activo para el bien, y el temperamento será calmado y apacible. Si Cristo mora en el corazón por la fe en El, todo se halla bajo control. Sin Él, nada tiene valor. Yo puedo poseer y manifestar calma como Sócrates, y al mismo tiempo ignorar por completo el “DOMINIO PROPIO” de que habla el apóstol Pablo en Gálatas 5:23 y el apóstol Pedro en 2Pedro 1:6.

 Este último se funda en la Fe y la ayuda del Espiritu Santo; mientras que la calma estoica de los sabios de este mundo se funda sobre el principio de la filosofía: dos cosas totalmente diferentes. No debemos olvidar que se nos dice: “Agregad a vuestra fe, virtud...” Esto pone a la Fe primero como el único eslabón que nos vincula al corazón de y con Cristo, la fuente viviente de todo poder. Teniendo a Cristo y permaneciendo en Él, somos hechos capaces de agregar a la fe “virtud, conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad, afecto fraternal, amor”. Tales son los preciosos frutos que brotan como resultado de permanecer en Cristo y por ende que el Espíritu Santo de Dios habite en nuestra vida.

Pero yo no puedo controlar mi temperamento más que mi lengua o mis pensamientos, y si me propusiera hacerlo, con toda seguridad fracasaré a cada instante. Un filósofo sin Cristo puede que manifieste un mayor dominio sobre sí mismo, sobre su carácter y sobre su lengua que un cristiano, si éste no permanece en Cristo. Esto no tendría que ocurrir y no ocurriría si tan sólo el cristiano considerara diariamente a Jesús. Sólo cuando falla en este punto, el enemigo gana ventaja. El filósofo sin Cristo tiene un éxito aparente en la obra tan importante del DOMINIO PROPIO, sólo que con esto, puede este filósofo engañarse a si mismo pensando que no necesita a Dios en su vida, y ser arrastrado precipitadamente a la perdición eterna. Satanás se deleita cuando hace tropezar y caer a un cristiano, haciendo que el cristiano halle una ocasión para blasfemar el nombre precioso de Cristo. 
  
Finalmente Pablo escribe: “…; contra tales cosas no hay ley.” (Gálatas 5:23b RV)

Si permites que el Espíritu Santo de Dios desarrolle estos 9 frutos en tu vida y los aplicas a TODAS las circunstancias en tu vida; la Palabra de Dios dice que “CONTRA TALES COSAS NO HAY LEY”, y esto significa que NADA te podrá inculpar de lo que hagas si lo haces como vivencia de los frutos del Espíritu Santo en tu vida.







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