Por tanto, tomad toda la
armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo,
estar firmes. Estad, pues, firmes,
ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de
justicia,
y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que
podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la
salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; (Efesios
6:13-17 RV)
Podemos
ver que la mayoría de las armas
que nos presenta Efesios 6:10-18, son más defensivas que ofensivas, porque
ninguno de nosotros podría entrar en una lucha frontal contra el enemigo sin
estas protecciones, pues seríamos
derrotados. Tanto así que la espada de la que nos habla Pablo aquí no es la
espada larga de ataque o la lanza, sino la espada corta para la lucha cuerpo a
cuerpo. De modo que la mayoría de estas armas tienen la función de protección y
resistencia. ¿Cuál es la razón? Bueno, porque el enemigo con el que
peleamos ¡ya está derrotado! Uno de los textos ignorados por muchos creyentes
es el de Colosenses 2:15, que nos dice: “y despojando a los principados y
a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.
(RVC)”. Nota las tres palabras enfáticas:
“despojando…exhibió… triunfando”. El reino de Satanás quedó desolado, deshecho.
Muchas batallas que has librado y que librarás a lo largo de tu vida, tienes la
incógnita si las perderás o las ganarás. La única batalla que ya está ganada es
la que se pelea contra Satanás. Jesucristo le venció para siempre. De modo
pues, que no puedes tener temor de que Satanás vaya a ganarte esa batalla.
Pero no por esto, el creyente debe vivir sin defensa alguna. De modo que por
esta la razón es que Pablo nos urge a ponernos la armadura de Dios. La coraza
del soldado, la segunda mencionada en este orden, era una placa para el pecho hecha de metal que
venía desde el cuello hasta los muslos de modo de proteger las áreas vitales
del cuerpo. El creyente debe vestirse con “la CORAZA DE JUSTICIA” para protegerse del adversario. Con esto va a
proteger sus óranos vitales. Veamos de qué manera.
I. ¿CUÁL ES LA FUNCIÓN DE LA CORAZA?
1. Material para su
confección. Por lo general la CORAZA que cubría al soldado
romano estaba hecha de bronce; pero si el soldado pertenecía a una clase próspera
podía ser una de cota de malla; un material mucho más fino. Una CORAZA hecha de
estos materiales, no la perforaría fácilmente la espada y no podría
atravesarla y matar al soldado. Este
tipo de CORAZA lo protegía no solo de la espada, sino que también lo protegía de los dardos, flechas y
rocas que venían de diferentes direcciones. Hay en esto una verdad muy clara.
Si algo debía ser hecho con un material resistente es la CORAZA para confrontar y resistir
el ataque del adversario. No puede dejarse desguarecido el cuerpo cuando
sabemos que estamos luchando contra un adversario que no nos da ninguna tregua.
Debemos asegurarnos que el material de nuestra coraza sea más fuerte que el
mismo bronce de manera que no quedemos vulnerables al momento del combate.
2. Proteger los
órganos vitales. Algunas CORAZAS cubrían desde el cuello hasta los
muslos. En este tipo de CORAZA, en la zona protegida estaban los órganos más
responsables de la vida humana, tales como: el hígado, el estómago, los
pulmones y el corazón. Sin duda que el órgano al que había que proteger más era
el corazón. Por esta razón llamaban a la CORAZA, que significa “el
protector del corazón”. Y es que si algo debe ser protegido en la
vida es el corazón. Es cierto que Satanás atacará siempre nuestros
pensamientos, pero si logra atacar nuestros sentimientos, el corazón, habrá logrado su más grande
victoria. La mayoría de las caídas del creyente se deben a un corazón
vulnerable. Pablo recomienda ponerse la CORAZA DE JUSTICIA para protegernos lo
que puede realmente afectar nuestra lucha. Tan importante es guardar el corazón
que el sabio Salomón dijo: “Sobre
toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida” (Prov. 4:23). Recordemos que el corazón es “engañoso y perverso más que todas las cosas”. La CORAZA DE JUSTICIA tiene la misión de protegerlo.
3. Cubrir las
emociones. La mayoría de los órganos que protegía la CORAZA
del soldado son internos; de allí que se refiera a las “entrañas”. Cuando la
Biblia se refiere al amor que sale del corazón, nos dice de un “amor entrañable”, que surge de lo más
profundo de nuestro ser. Es lo mismo para el llamado “amor fraternal”. Las
entrañas son el recinto de nuestras emociones. Todos nosotros estamos hechos de
emociones. Ellas forman parte de nuestra naturaleza con la que fuimos creados.
Tales emociones tienen diferentes canales de expresión y en no pocos casos, si
no son controladas, llegan a causarnos serios conflictos. El ataque externo
busca el blanco de nuestras emociones porque si ellas no son orientadas
debidamente por la palabra de Dios, comienzan a determinar nuestro estado de
ánimo y por ende nuestro comportamiento. Si no tenemos puesta la “CORAZA DE JUSTICIA”,
nuestro corazón será un blanco fácil. Tenemos que reconocer que si algo va
atacar el adversario es el corazón. No lo expongamos a nada si no está
protegido.
II. ¿EN QUÉ CONSISTE LA CORAZA DE JUSTICIA?
1. No tiene que ver
con la justicia propia. El objetivo
final de Satanás es destruir a los hombres y mujeres para que no alcancen la
vida eterna en el cielo. Para lograr este propósito, una de las cosas que él
hace es hacerle creer a mucha gente que ellos pueden alcanzar el cielo a través
de su propio esfuerzo. Haciéndoles ver que a través de sus buenas obras ya
tiene un lugar reservado para ellos en el cielo. Esto jamás pudiera ser la
“CORAZA DE JUSTICIA”. Jesús puso un ejemplo que debe ser considerado. Nos
referimos al caso del fariseo y el publicano (Lc. 18:10-13). El fariseo se
creyó la persona más buena, cuando tuvo que compararse con el pobre publicano.
Su oración estaba revestida de una justicia propia. Le daba gracias a Dios, no
porque fuese salvo, sino porque no era como las demás personas: ladrones,
adúlteros, injustos. Descaradamente dijo
que ayunaba dos veces por semana, haciendo público lo que debiera hacer en
secreto. Pero además, cuando habló de dar sus diezmos de todo lo que ganaba,
hizo que su mano izquierda supiera lo que hacía su derecha. ¿Qué hacía el
publicano? Ni siquiera quería alzar su mirada. Lo único que pedía era que el
Señor fuera misericordioso y clemente con su alma. Se ha dicho que el infierno
se está poblando de mucha “gente buena”. Muchos rechazan a Cristo y se lanzan
hacia el final de su existir confiando en sus propias obras. ¡Terrible
decisión! No te equivoque, si estas pretendiendo alcanzar el cielo viviendo una
vida buena, te has puesto la coraza equivocada.
2. Tiene que ver con
la justicia otorgada. ¿Qué
queremos decir con esto? Dios a través de Jesucristo nos ha justificado de
nuestros pecados. Esta es la justicia que ha hecho posible el perdón de
nuestros pecados (“Pero ahora, sin la mediación de
la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, de la que dan testimonio la ley
y los profetas” Romanos 3:21) Es Dios mismo que nos ha cubierto con ella, al
decirnos: “Al que no conoció pecado por
nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuéramos hecho justicia de Dios en
él” (2 Corintios
5:21). Pero esta justicia ha sido dada
para la justificación de los pecados. Pablo, quien afirmó tener muchas razones
para no confiar en la carne, prefirió más bien decir: “y
encontrarme unido a él. No quiero mi propia justicia que procede de la ley,
sino la que se obtiene mediante la fe en Cristo, la justicia que procede de
Dios, basada en la fe.” (Fil. 3:9).
Esta es la justicia con la que
quedamos libres de la condenación de la ley. Es, como lo afirmó el mismo Pablo,
es la justificación por la fe que un día depositamos en Cristo. En esta
justicia otorgada o imputada, podemos
ver que todo el asunto de la salvación ha sido una prerrogativa divina. En el
hombre no se podrá encontrar nada meritorio para que pueda ser salvo. En este
sentido mas bien la palabra de Dios nos
asegura que “por gracia soy salvos por medio
de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras para que
nadie se gloríe” (Ef. 2:8).
Pero con la justicia que es por fe quedamos fuera de toda justificación humana
y protegidos del ataque del maligno (1 Juan 5:18).
3. Pero más aún,
tiene que ver con una justicia práctica. La justicia imputada u otorgada tiene como su meta
concedernos la victoria final contra las embestiduras del adversario. Pero la
justicia que tiene que ver con la aplicación de la Palabra de Dios en todas las
áreas de nuestra vida diaria, tiene como fin el capacitarnos para vencer todas las
escaramuzas que enfrentamos en nuestro diario andar. Pero, ¿qué entendemos por
la llamada justicia práctica? Tiene que ver con el deseo intenso de nuestros
corazones de poder corresponder a esa justicia otorgada o imputada, tomando en
cuenta que el alto precio de nuestros pecados fue la muerte de Cristo en la
cruz.
La justicia práctica es la CORAZA que protege toda nuestra vida. Es
aquella forma de vida que se concentra en buscar la excelencia; que lucha todos los días
para poner el cuerpo en servidumbre con el propósito de dejar que el hombre
interior, el espiritual, se renueve en su santidad. Tenemos que decir que la llamada guerra
espiritual moderna, su énfasis radica más en una confrontación con los deseos
de nuestra propia carne. No se menciona mucho este tema entre los llamados
“guerreros espirituales”. Ellos se concentran más en reprender o declarar, así
como en los gritos y ataduras, que en el
cuidado de la relación personal con Dios, controlando los deseos naturales de
nuestra carne. Necesitamos proteger nuestros pensamientos y emociones. Si
Satanás logra vulnerar esta parte, logrará su propósito. “No demos
lugar al diablo”.
CONCLUSIÓN:
La “CORAZA DE JUSTICIA” tiene como misión cuidar al corazón del soldado, porque
es de allí es de donde salen todo lo sentimientos e intenciones que pueden
honrar a Dios o contaminar al hombre, de acuerdo a lo que Jesús dijo. Es allí
donde se toman las decisiones. La razón, puede pensar lo que quiera; pero es el
corazón el que al final decide. ¿Cómo protegernos? Viviendo vidas en contacto
directo con Dios, mediante su Palabra. El consejo de Pablo es oportuno para aplicarlo sobre este
respecto (Romanos 13:12-14). Cuando el rey Josías entró en la
batalla, a la que se le había dicho que no fuera, fue alcanzado por una flecha. Al darse cuenta de lo que había sucedido, le dijo a su paje: “Sácame de
aquí, porque estoy gravemente herido” (2 Cronicas 35:23). El hombre que había
servido con tanda rectitud a Dios y a su pueblo, murió de esta manera. Este rey
murió así por su desobediencia. La “CORAZA DE JUSTICIA” trabaja en coordinación
directa con nuestra obediencia.
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