sábado, mayo 05, 2012

Proceso de Maduración (4 de 9) “Añade al conocimiento, DOMINIO PROPIO”

 Como ya tienen esas promesas, esfuércense ahora por mejorar su vida así: a la fe, añádanle un carácter digno de admiración; al carácter digno de admiración, añádanle conocimiento. Al conocimiento, añádanle dominio propio; al dominio propio, añádanle constancia; a la constancia, añádanle servicio a Dios; al servicio a Dios, añádanle afecto a sus hermanos en Cristo y a ese afecto, añádanle amor. Si todas estas cosas están presentes en su vida y aumentan, entonces no serán gente inútil y no habrán conocido en vano a nuestro Señor Jesucristo. Si a alguien le faltan estas cosas, entonces está tan corto de vista que está ciego y ha olvidado que sus pecados fueron perdonados. 10 Así que hermanos, Dios los llamó y los eligió. Esfuércense por demostrarlo en su vida, y así nunca caerán,”  (2 Pedro 1:5-10 PDT).

El DOMINIO PROPIO es la capacidad que nos permite controlar nuestras mismas emociones y no que estas nos controlen a nosotros, quitándonos la posibilidad de elegir lo que queremos sentir y hacer en cada momento de nuestra vida. Nosotros somos los actores o hacedores de nuestra vida ya que de las pequeñas y grandes elecciones y decisiones que tomamos a lo largo de ella, determinamos nuestro futuro; tenemos en nuestras manos la importante posibilidad de construir una vida llena de felicidad o de tristeza, a pesar de los acontecimientos externos.

El DOMINIO PROPIO trata con el control del ‘YO’, más que con el control de tus actos; esto significa que va al origen y no solo se queda en las consecuencias.

El principal actor en la falta de DOMINIO PROPIO, es la IRA, y la ira descontrolada es el origen de las más grandes desgracias en la vida. Sentir ira es normal, es humano, no lo podemos evitar; actuar alocadamente en base a esta ira, es lo que nos acarrea una infinidad de problemas. La Biblia dice:

“AIRAOS, PERO NO PEQUEIS; no se ponga el sol sobre vuestro enojo”, (Efesios 4:26 LBLA)

Leemos como el apóstol Pablo reconoce que el sentir ira es parte de nuestra condición humana, PERO el hacer algo en base a este sentimiento es pecado. La ira engendra rencor, odio y por consiguiente venganza. El rey Salomón, después de haber vivido la mayor parte de su vida, escribió el libro de los Proverbios, como una recopilación a todas sus experiencias y vivencias, y todas las cosas que aprendió a lo largo de su vida y reinado; algo así como su legado, en el cual habla repetidamente de la gente iracunda:

“El que es iracundo provoca contiendas; el que es paciente las apacigua”.(Proverbios 15:18 NVI)
“El hombre iracundo provoca peleas; el hombre violento multiplica sus crímenes”.(Proverbios 29:22 NVI)
“No te asocies con el hombre iracundo; ni andes con el hombre violento”, (Proverbios 22:24 LBLA)

La parte más importante de este estudio, es que ¡DEFINITIVAMENTE SI TENEMOS LA CAPACIDAD DE CONTROLARNOS!, pues Dios la puso en nosotros, conocida como libre albedrío; y solo por si nuestro carácter fuera tan fuerte que no nos fuera fácil controlarlo, ya hemos visto en los estudios anteriores que el Espíritu Santo esta siempre con nosotros para ayudarnos sobrenaturalmente y milagrosamente a tener DOMINIO  PROPIO (“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Fil. 4:13)
 
Para terminar, te escribo un cuento que habla de una persona sumamente iracunda:

El hombre iracundo, Cuento 

Era un hombre que, con frecuencia, padecía accesos de ira incontrolada, así que decidió ir a visitar a un sabio que vivía en la cima de una colina para que le aconsejara. Cuando llegó hasta el sabio le dijo:
-Tengo fuertes ataques de cólera y eso hace muy desgraciada mi vida y malogra mis relaciones con los demás. ¿Puedes ayudarme?
-Antes que nada –dijo el sabio-, es importante que quieras superar la ira, pero para aconsejarte mejor necesito que me la muestres.
-Pero ahora no tengo ira –dijo el visitante.
-Pues cuando tengas ira, ven a verme y así la veré.
El hombre volvió a su casa y días después fue asaltado por un acceso de ira, por lo que volvió a visitar al sabio.
-Bien, muéstrame la ira –dijo el sabio.
Sin embargo, durante el viaje se le había pasado.
-Ahora no la tengo. Ya se me ha ido.
-Es que has venido muy despacio. Cuando te sientas airado, ven más rápido.
Pasados unos días, el hombre sufrió otro fuerte ataque de cólera. Recordando la recomendación del sabio, comenzó a correr cuesta arriba hacia la cima de la colina. Llegó agotado hasta el sabio, pero la ira había desaparecido. El sabio le dijo:
-Esto no puede seguir así. Otra vez vienes a verme sin ira. Corre más rápido. Trata de subir más deprisa.
Cuando la cólera volvió a hacer presa del hombre de nuevo, salió en estampida hacia la cima de la colina para mostrársela al sabio. Al llegar, tras una penosa y extenuante ascensión, oyó que el sabio le decía:
-A ver, ¿dónde está la ira?
Ya no sentía ira. Esta operación se repitió varias veces. Por fin un día el sabio le dijo:
-Creo que me has engañado. Si la ira formara parte de ti, podrías enseñármela. Has venido una docena de veces y nunca has sido capaz de mostrarme la ira. Te atrapa en cualquier momento y con cualquier motivo y luego te abandona. No vuelvas a dejar que la ola de ira te envuelva. La ira no te pertenece.
El hombre no se dejó atrapar nunca más por la ira y así recobró la paz interior.


  

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