“— ¿Cómo te llamas? —le preguntó el
hombre.—Me llamo Jacob —respondió. ” (Génesis 32:27 NVI)
Dios le pregunto a Jacob: "¿Cuál es tu nombre?" Esta es una pregunta muy extraña, porque Dios obviamente, ya conocía el nombre de Jacob. Tenemos que entender, que en las culturas antiguas, a las personas se les nombraba por su carácter —se le llamaba por lo que realmente eran. Su nombre podía ser Aburrido u Honesto, o también su nombre podía ser Valiente o Perezoso. Se les daba un nombre que los etiquetaba. No les ponían nombres que sonaran bien o que recordaran a personajes ilustres, sino que simplemente su nombre representa su carácter y forma de ser.
Y eso era el problema, ya que "Jacob" significa "engañador, manipulador, mentiroso." !Y Jacob le había hecho honor a su nombre a lo largo de su vida hasta ese momento! Cuando Jacob le responde: "Mi nombre es Jacob", esto es una verdadera confesión. Él está admitiendo, "Yo soy un manipulador".
Aquí está el punto fino de esto: Nunca seremos capaces de cambiar hasta que de manera abierta, honesta y auténtica admitamos nuestro pecado, nuestras debilidades, nuestra culpa, nuestra fragilidad y nuestros defectos de carácter; confesando esto a nosotros mismos, a Dios, y a las otras personas que hemos afectado.
El simple y sencillo hecho de ofrecer disculpas a las personas que hemos herido, es un acto de confesión, pues estaremos reconociendo que actuamos equivocadamente.
Considera lo siguiente:
- ¿Qué crees que es necesario que admitas de ti mismo?
- ¿Ante quién tienes que admitir un pecado o debilidad, por las heridas que esto le ocasiono?
No hay comentarios:
Publicar un comentario