domingo, junio 17, 2012

Las cuatro fragancias de CRISTO


Hemos estudiado que el Tabernáculo de Moisés, cuando vivieron en el desierto, era una gran tienda dividida en dos partes por una cortina. Estos dos lugares eran el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. Todo lo escrito en el Antiguo Testamento, es la SOMBRA de lo que sucedería en el Nuevo Testamento; y TODA la Biblia, sin faltar uno solo de sus 66 libros, nos presentan a Jesucristo, el Hijo de Dios y Redentor del mundo.

Estos sacerdotes sirven en un santuario que es copia y sombra del que está en el cielo, tal como se le advirtió a Moisés cuando estaba a punto de construir el tabernáculo: «Asegúrate de hacerlo todo según el modelo que se te ha mostrado en la montaña« (Heb. 8:5 NVI)

Nuestro Dios y Señor anhela que a diario vallamos hasta el Lugar Santísimo para pasar un tiempo con el en su presencia. Pero TODO se inicia con la primera etapa,  que es en las Puertas y  los Atrios. Haciendo la analogía entre el Tabernáculo de Moisés y nuestro ser, las Puertas y  los Atrios es donde nuestro cuerpo controla la situación, es donde el enemigo te ataca para distraerte de tu propósito de caminar hasta la presencia de Dios, es donde recuerdas las oraciones aprendidas y las repites como si tu memoria hubiera entrado en un loop de oraciones, que van desde las que repetías de niño al irte a la cama, hasta la del ‘yo pecador’, pasando por supuesto por la del ‘Padre nuestro’. Por esta razón, la Palabra de Dios dice que en las puertas y los atrios nos enfoquemos en alabar y agradecer a Dios por lo que es El y por lo que significa para nosotros. Es más fácil enfocarnos en esto, al iniciar nuestro ascenso al Lugar Santísimo.

Entrad por sus puertas con acción de gracias, y a sus atrios con alabanza. Dadle gracias, bendecid su nombre”. (Salmo 100:4 LBLA)

En la parte exterior de la tienda se encontraba el altar de los sacrificios, donde se ofrecían como holocaustos los animales, y junto a este, se encontraba una gran fuente de bronce con agua, que era donde se lavaban los sacerdotes.    

Al avanzar desde las Puertas y los Atrios hacia el exterior de la tienda, encontraras el altar de los sacrificios y la fuente de bronce. Ahí colocaras tu carne (tus pensamientos distractores) sobre este altar, y llevaras cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo:

“Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo.  (1Cor.10:5 NVI)

El sacrificar tu carne para someterla a Cristo, no se hace en el Lugar Santo y mucho menos en el Lugar Santísimo, se hace en el altar de los sacrificios.  Es aquí donde también limpiamos nuestro ser de toda maldad, con la sangre del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Por esta razón, Dios determino poner la fuente de bronce antes de entrar al Lugar Santo, para que en esta fuente de bronce seamos limpiados de todos nuestros pecados.

“»Vengan, pongamos las cosas en claro  —dice el Señor—.  ¿Son sus pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son rojos como la púrpura? ¡Quedarán como la lana!” (Isa 1:18 NVI)

La siguiente etapa de nuestra oración, se lleva acabo figurativamente en el Lugar Santo, que se encontraba dentro de la tienda. Al entrar, del lado izquierdo había un candelabro de 7 brazos, y a la derecha se encontraba una mesa donde se colocaban 12 panes. El metal predominante aquí era el oro normal, que es la representación de la divinidad de Jesús.

Al cruzar la pesada cortina que dividía la tienda en dos aposentos, se encontraba el Lugar Santísimo, en donde había una mesa y sobre ella se colocaba el Arca del Pacto, sobre la cual se posaba la mismísima presencia de Dios. El material predominante en este lugar era el oro finísimo, que era la representación de Dios mismo.

Cada una de las 3 etapas previas al Lugar Santísimo, están diseñadas para preparar, condicionar y colocarnos en la posición idónea para ser uno con Dios en el Lugar Santísimo.

Seguimos mañana…



 

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