La armas de
nuestra batalla diaria no son materiales, sino espirituales, que fácil seria
que nuestro enemigo fuera en el plano material, pero no lo es; y su principal aliado
en nuestra contra es nuestro mismo cuerpo que no coopera con nosotros para ser
mas como Jesús; ni nuestra alma, que tan fácilmente se llena de orgullo y cree
que es una victima inocente de las circunstancias. Solo nuestro espíritu esta
verdaderamente sediento y hambriento de la presencia de Dios.
“Porque nuestra lucha no
es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra
potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales
malignas en las regiones celestiales.” (Efesios 6:12 NVI)
Ayer
vimos como al iniciar nuestro momento de intimidad con Dios, nuestro cuerpo
quiere tomar el liderazgo, a base de actos que conoce y ha aprendido, como son
las repeticiones, y las largas listas de peticiones de oración. Definitivamente
que Dios nos ha llamado a ser intercesores en oración, pero la palabra clave es
‘en oración’, y oración es tener
comunión con Dios, no solo es el repetir una larga lista de necesidades.
“»Busqué
a alguien que pudiera reconstruir la muralla de justicia que resguarda al país.
Busqué a alguien que se pusiera en la brecha de la muralla para que yo
no tuviera que destruirlos, pero no encontré a nadie.”
(Ezequiel 22:30 NTV)
Aquí,
no escuchamos la voz de Dios, estamos en los atrios, solo nos escuchamos a
nosotros mismos; PERO VAMOS EN CAMINO AL LUGAR SANTISIMO. Hay personas que pudieran decir, si al
ponerme a orar, empezare como si estuviera en los atrios, ¿Qué caso tiene
hacerlo?, y yo le respondería, que para llegar a la comunión total y completa con
Dios, se tiene forzosamente que pasar por los Atrios y el Lugar Santo, porque
NO hay otro camino para poder llegar al Lugar Santísimo. En estos atrios
venceremos a nuestra carne en sus exigencias y reclamos, la pondremos en
sujeción a nuestro espíritu.
Posteriormente,
y después de mucho rato, avanzaremos al Lugar Santo, donde nuestra alma manda.
Notaremos que hemos pasado a este nivel de oración, cuando dejamos de pedir y
empezamos a alabar de corazón, le agradecemos por ser El y por estar en nuestra
vida. Es aquí, en el Lugar Santo, donde el ESPIRITU SANTO empieza a tomar
control de nuestra oración, ya no sentimos ningún malestar físico, ni sentimos
como pasa el tiempo. La culpabilidad y el remordimiento desaparecen y la sangre
de Cristo empieza a lavarnos y limpiarnos. Aquí tenemos la total, plena y firme
convicción de que somos nuevas criaturas, hijos de Dios y hermanos de
Jesucristo. Descubrimos la verdadera libertad que hay en Cristo, y podemos ver
claramente nuestros actos religiosos, que no ayudan a nuestro crecimiento
espiritual:
“No
permitan que los condenen esos que se ufanan de humildad pero rinden culto a
los ángeles. Los tales se meten en cosas que no han visto y están envanecidos
por su razonamiento humano; no están unidos a la Cabeza, que es quien nutre y
une a todo el cuerpo mediante las coyunturas y ligamentos, y lo hace crecer con
el crecimiento que da Dios. Si
con Cristo ustedes han muerto a los principios de este mundo, ¿por qué, como si
vivieran en el mundo, se someten a sus preceptos? Les dicen: «No tomes
eso en tus manos, no pruebes aquello, y ni siquiera lo toques.» Esos preceptos se
ciñen a mandamientos y doctrinas humanas, y todas ellas son cosas que se
destruyen con el uso. Sin duda, tales cosas pueden parecer sabias en
cuanto a la religiosidad sumisa y el duro trato del cuerpo, pero no tienen
ningún valor contra los apetitos humanos.” Col. 2:18-23 RVC)
Para llegar a este punto, generalmente tienes que pasar tiempo, mucho tiempo caminando desde los atrios hasta llegar al Lugar Santísimo…
Algo que te ayudara muchísimo, es acompañarte de música espiritual de tu agrado personal, que te acompañe todo tu tiempo personal con tu Dios.
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