La palabra ‘FRESCO’, generalmente se le asocia con el sector
alimenticio, y se utiliza para indicar que el producto o alimento no ha sido
congelado o almacenado.
Y esto es muy importante para los de buen paladar, pues cuando
trabaje en la Ciudad de México, me toco darme cuenta de que los pavos que tan
alegremente nos cenábamos en Navidad, tenían mas de 26 meses congelados en
nuestras instalaciones… ufff
Algo que me toca vivir a diario, son las vivencias con mi hijo, que
por tener un refinado sentido del gusto, ha desarrollado muy buenas habilidades
de Chef y cuando lo convencemos de que nos cocine, nos toca degustar sus
creaciones que son verdaderos manjares al paladar. Recuerdo que desde su
infancia, cuando mi esposa guisaba algo y no nos lo acabábamos, lo guardaba para
terminarlo en la comida del siguiente día. Mi hijo, en esos casos en especial,
normalmente ya no comía ese rico guiso el siguiente día, pues decía que esa
comida ‘sabia a refrigerador”.
Desde entonces, siempre he querido detectar este famoso ‘sabor a
refrigerador’, lo cual no he podido lograr. Pero ya se imaginaran quien es el
fanático de los alimentos FRESCOS en mi casa, lo único que acepta comer aunque
haya estado por días en el congelador es su helado Blue Bell sabor Groom’s
Cake.
El profeta Jeremías, escribe que cuando encontró la palabra de Dios,
literalmente se la devoro:
“Señor, Dios de los ejércitos, cuando hallé tus palabras,
literalmente las devoré; tus palabras son el gozo y la alegría de mi corazón,
porque tu nombre ha sido invocado sobre mí”. (Jeremías 15:16
RV)
De la misma manera como tenemos opciones para comer y nutrir nuestro
cuerpo, desde los mas finos alimentos hasta la comida chatarra; también tenemos
la opción de alimentar nuestra alma con lo que vemos en la TV y leemos en las
revistas de modas, o con la Palabra de Dios.
Como es fácil olvidar el alimentar nuestra alma, porque no se queja;
en cambio, si nos quedamos sin comer un solo día, nuestro cuerpo repelara
inmediatamente, haciéndonos sentir una pavorosa
hambre.
Jeremías describe lo que es para el leer las Escrituras, como
literalmente las devora, como un naufrago que finalmente encuentra agua fresca
para saciar su sed.
Y las escrituras, que son el alimento del alma, como cualquier otro
alimento puede ser fresco o puede ser congelado de mucho tiempo atrás; como el
estudio bíblico del año pasado o del retiro de matrimonios de hace 3 años, y que
por supuesto tiene ‘sabor a refrigerador’. La única garantía de la frescura de
la Palabra, es el adquirirla diariamente; así como la mejor garantía de
alimentos frescos para tu cuerpo, es comprarlos diariamente en la tienda que los
reciba a diario y directamente del campo.
Así como planeas tu desayuno o tu comida, y tu botana para media
mañana o media tarde; planea nutrir tu alma, con el alimento que esta en la
Palabra de Dios. Con solo 15 minutos diarios podrás iniciarte en este hábito,
solo lee detenidamente y con toda tu atención unos cuantos versículos de la
Biblia, así empezaras a descubrir las maravillas de la ley de Dios. Recuerda que
la razón de ser de la Biblia, es cambiar vidas, no es proporcionar conocimiento.
Leerla diariamente; es como poner el bocado del alimento fresco en tu
boca (sin sabor a refrigerador).
Mastícala; esto es el meditar durante el resto de tu día, lo que
leíste por la mañana.
Y digiriéndola; que es poner por obra en tu vida cotidiana lo que
aprendiste en la Palabra de Dios, la Biblia.
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